Splinter Brat
El mercado de los indies sigue floreciendo con mas fuerza ahora que países como Polonia, España y Francia están desarrollando una base fuerte de estudios para fortalecer su industria de videojuegos. Muchos de estos en manos de publicistas pequeños que los ha dado a conocer con títulos que han dejado huella y reconocimiento en los últimos años. Honig Studios (de la mano de Handy Games) es uno de estos pequeños estudios que imprimen pasión en el arte que profesan. Luego de varios juegos pequeños, vienen con El Hijo: A Wild West Tale un trabajo que inicialmente fue presentado en un Direct de STADIA el año pasado y que debutó en PC con gran recepción. La promesa del port a consolas se hizo esperar hasta hoy que por fin tenemos este anticipado título.
El Hijo: A Wild West Tale es un juego basado en no-violencia, un corto pero satisfactorio puzzle-stealth isométrico con un hermoso arte gráfico y dirección artística que nos dejó una grata impresión. Si te gustan los juegos pausados, sin reflejos, sin tensión, pero que te reten a pensar y descubrir estrategias para resolver niveles y rompecabezas, en especial los juegos de sigilo (stealth) al mejor estilo de Hitman y Splinter Cell, entonces El Hijo: A Wild West Tale es ideal para ti. Un juego que se puede tomar por etapas, niveles, capítulos, en fin, por momentos para saborearlo. También lo puedes terminar en una sentada, menos de 4 horas, pero sería desperdiciar todo el arte que Honig puso tanto empeño y cariño, porque la cinematografía, diseño de niveles y acabado artístico en general de El Hijo: A Wild West Tale es de admirar con calma.
Cual Clint Eastwood y su poncho, pero siendo un niño, El Hijo: A Wild West Tale es un homenaje a los Spaghetti Westerns –de Sergio Leone– en atmósfera y clichés; donde tenemos a un niño que vive en una granja del lejano oeste con su madre, pero su vida pacífica se ve revuelta con la invasión de unos forajidos que incendian su propiedad y los obliga a huir. Acorralados, la madre deja al niño en un monasterio para que no lo capturen, pero el niño tiene otros planes y no piensa quedarse en ese lugar lleno de monjes que dan cualquier impresión menos que la nobleza que ostentan. Narrado con imágenes y con una cinematografía admirable en sus cutscenes, la historia se centra en escapar y sortear la guerra civil para encontrar a la madre, jugando con el niño usando el stealth como arma principal, porque no hay mejor pelea que la que se evita (en especial si eres un pequeño niño solo en un mundo salvaje y hostil, pero con la violencia bien disfrazada).
En este mundo todos parecen odiar a los niños porque el tema recurrente es la de ver infantes en jaulas, grilletes y esclavizados por adultos bárbaros y violentos, tanto hombres como mujeres. Incluso los monjes del monasterio, si bien no tienen niños enjaulados ni esclavizados, me resulta perturbador que no les dan libertad y, a la menor vista, corren a aprehenderte, lo que me lleva a pensar en esos religiosos con gustos particulares por los pequeños que no quiero mencionar porque me da asco. Sin embargo esto es un juego y hasta el perro –literalmente– se tornará hostil si te descubren. El Hijo: A Wild West Tale es puro sigilo al mejor estilo de Splinter Cell y fue esa impresión la que me llevó a darle el título a la reseña. El gameplay es muy similar a Splinter Cell, donde usas la oscuridad como arma para evitar ser visto y además rompes lámparas para crear más zonas a oscuras que puedas aprovechar para escabullirte u ocultarte de los enemigos.
No hay violencia, pero cuentas con juguetes que usas como "armas" para valerte de las situaciones en cada nivel. Son 30 niveles cuidadosamente elaborados como un gran rompecabeza que va en curva progresiva de dificultad, obstáculos y complejidad. Que obligan a tomarse cada aproximación con mucha calma ya que los checkpoints de auto-save están bien establecidos para probar que has avanzado. El objetivo es cruzar el nivel para pasar al otro en tu ruta de escape usando cada pared, barril, caja o matorral para esconderte de los ojos vigilantes de los enemigos. Todos tienen un campo limitado de visión que aprovechas para explotar sus puntos ciegas, siempre cuidando de no hacer ruido o tocarlos porque vuelves al último checkpoint. Puedes ver su campo visual usando un botón y, memorizando sus patrones usando el entorno para distraerlos con tus artilugios, trazas una estrategia que te sirva para pasar desapercibido. No siempre hay un método único, tampoco una misma ruta. Hay que fijarse en los detalles.
En verdad los niveles son el protagonista y el juego se hace retador como satisfactorio que elimina frustraciones gracias a su cuidadoso balance, demostrando que fueron diseñados con gran esmero. Si fallas muchas veces intentando el mismo método, quizás es señal que hay otra manera; o el método que usas, así sea exitoso, quizás no sea el más simple o sencillo. La observación es crucial. El niño cuenta con cinco elementos a su favor, una honda para disparar piedras, juguetes de cuerda para distraer, fuegos artificiales, un polen que aturde y un viejo sombrero para ocultarte. Todos estos recursos son finitos excepto las piedras que nunca se acaban y el sombrero que es permanente.
La combinación de estas herramientas es la clave de la diversidad estratégica de su rico y muy abierto gameplay que además incluye agacharse, correr, pegarte a obstáculos, empujarlos, saltarlos, ocultarte en barriles, vasijas, recovecos, etc. Los niveles en plano isométrico no son estrictamente lineales ya que ofrecen exploración abierta para descubrir cajones que recargan tus recursos. Hay objetivos secundarios como liberar a otros niños capturados, además de otros logros para desbloquear trofeos. Ir del punto A al punto B de cada nivel no es todo. Sin embargo la rejugabilidad es limitada.
No todos los niveles tienen el mismo estilo de gameplay, evitando la monotonía al variar los enemigos, con perros por ejemplo, o surcando el desierto en medio de una tormenta de arena feroz. También alternas niveles jugando con la madre quien paralelamente está escapando de sus captores con el mismo estilo de gameplay, reservando unas habilidades exclusivas al pequeño personaje. Mi única queja son los tiempos de carga entre niveles, son eternos, rompen el ritmo, pero no sucede volviendo a un checkpoint si te descubren.
El Hijo: A Wild West Tale es hermoso, bello, con un arte espectacular que, combinado con su excelente audio –sin diálogos– y música incidental que rememora al recién fallecido compositor legendario Ennio Morricone, lo hacen una obra excepcional que garantizo van a disfrutar mucho. Más aún considerando que está disponible en todas las plataformas, pero llevarlo contigo en el Switch considero que es la mejor experiencia.
¿20$?: Altamente recomendable.
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Switch: 2021. Digital. Zona ALL. Video HD: 720p/30fps. Sonido: Dolby Digital Stereo, Jugadores: 1 (Online: N/A); Disco Duro: 2.8GB, Joy-Con & Pro Controller Compatible. ESRB Rating: E
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Bart
Copia de prensa por cortesía de Handy Games y Terminals IO by Evolve.