There's No Business Like Show Business
Para bien de pocos o para mal de muchos, sin duda el mejor director de cine norteamericano de los últimos 25 años tiene nombre y apellido: Quentin Tarantino.
Desde que asombró a las audiencias del Festival de Cine de Cannes en 1992 con Reservoir Dogs, no es poco lo que este MAESTRO (con mayúsculas) ha hecho para que el cine no sea un entretenimiento más sino algo con base, con sustento, con emoción. Una generación ha crecido al amparo de Vincent Vega y Mia Wallace, de Beatrix Kiddo y Bill, de Aldo Raine y Hans Landa, de Django y Broomhilda, de Marquis Warren y John Ruth, de Jackie Brown y Ordell Robbie, entre cajetillas de cigarrillos Red Apple, hamburguesas Big Kahuna, Martin & Lewis $5 milkshakes y demás referentes pop que ya forman parte del universo cinematográfico general. Mismo que se magnifica y expande con su novena producción (según él, su penúltimo film): la portentosa Once Upon A Time In Hollywood.
En esta oportunidad el pana Quentin nos lleva por el camino de la nostalgia de una era ya ida: la del Hollywood de hace 50 años, cerrando la década más convulsa del siglo XX, entre hombres en la Luna, hippies, Woodstock, Beatles, Stones, Doors, seriados televisivos, el fin del star system y el comienzo del New Hollywood.
Sirviendo como guías Rick Dalton, actor de glorias pasadas en el cine serie B que ha sido relegado a westerns televisivos con la fe de poder hacer ese gran film que lo saque de ese agujero (hay que recordar que entonces el trabajar en televisión era algo mal visto, el inicio de la decadencia en la carrera de un actor), entre la crisis de los tempranos 40 e inseguridades sobre sus capacidades histriónicas; y junto con él, Cliff Booth, doble del primero quien ha estado ya mucho tiempo tras las cámaras siempre como el sustituto sin querer ser al que apunta la cámara, que también empieza a sentir el paso del tiempo.
Es junto a ellos que hacemos ese recorrido por la Meca del Cine de 1969, entre estudios, dobles de acción, Sharon Tate, Cadillacs, Mustangs, rock ‘n roll, productores de filmes, Charles Manson y su secta, artes marciales, en fin, una gran cápsula del tiempo condensada en poco más de 2 horas de película.
Está más que sobrado y conocido el hecho del fanatismo que Quentin Tarantino ha tenido desde siempre por los filmes, literalmente es un animal de cine. Y esto se demuestra con creces en Once Upon A Time In Hollywood, donde su trabajo directoral lo enfatiza como si estuviésemos viendo todo a través de una ventana –o para aludir a una serie de televisión de la época, a través de un túnel del tiempo- donde presenciamos ese entorno tan sui géneris de la época, inocente por momentos, oscuro en otros. Además él se puede dar el lujo absoluto de modificar hechos sin que parezca que nos está cayendo a engaños, todo lo contrario, nos hace ver cómo serían las cosas de otra forma. Pocos directores logran eso, el pana Quentin lo logra porque sí, porque es él. Punto.
Esta cota elevada se logra de la mano de su guión que no deja cabo suelto en cuanto a situaciones, tres para ser más precisos, donde todas se entrelazan para dar coherencia y sentido a la acción, creando el retro escenario ideal y total. El trabajo fotográfico de su colaborador de años Robert Richardson consigue captar esa luz del verano californiano en contraposición con las escenas nocturnas donde lo que resaltan son las luces mortecinas de los faroles en las calles de urbanizaciones, los anuncios de neón en Sunset Boulevard, las marquesinas de las salas de cine y las lámparas en casas y residencias.
La edición de Fred Raskin hace que el tempo del film se mantenga, aun en situaciones de poca o nula acción, logrando que 2 horas 40 minutos de película no se sientan para nada. ¿Y qué hablar de lo musical, si la banda sonora incluye Deep Purple y The Mamas & The Papas, por citar dos grupos de la época?
Hablar de las actuaciones es tarea casi titánica, dado el listado enorme de actores que aparecen en el film: Al Pacino, Kurt Russell, James Remar, Brenda Vaccaro, Zoë Bell, Luke Perry (sería su última actuación), Lena Dunham, Michael Madsen, Tim Roth, Bruce Dern, Dakota Fanning, Emile Hirsch, tardaríamos días en mencionarlos a todos, entre cameos y apariciones formales. Mas sin embargo nos concentraremos en los 3 papeles protagónicos.
Si todavía hay quienes consideren a Leonardo DiCaprio un actor sobrevalorado, la respuesta es un no absoluto. Tan increíble como fue su primera vez junto a Tarantino en Django Unchained, en esta ocasión como Rick Dalton logra un nivel de emocionalidad que literalmente el papel está hecho a su medida; la forma como transmite diferentes matices de sentimientos es algo que pocos actores (con veteranía o sin ella) pueden alcanzar, y Leonardo DiCaprio lo logra en grado superlativo.
De igual forma, el Cliff Booth que interpreta Brad Pitt es de un registro supremo al dar una imagen cool con un dejo de melancolía, de ser un buen compañero y sin embargo volver a casa solo, de querer y no querer ser famoso a la vez, dualidades que Brad consigue plasmar. Y si bien su rol no es tan abundante en diálogos, los pocos que Margot Robbie tiene son exactos y conectan; además el nivel de aproximación a Sharon Tate es tal que incluso el tono de voz que tenía ella lo representa a la perfección, o como bien lo mencionó en una entrevista Debra Tate, era como si su hermana hubiese vuelto a vivir; sin duda es su mejor actuación a la fecha.
Once Upon A Time In Hollywood viene en definitiva a ser una declaración de amor en dos partes: amor hacia una era y un Hollywood que fue y que no volverá debido a reboots, remakes, franquicias fílmicas y demás operaciones mercantilistas. Amor hacia el cine, sus actores y sus leyendas. Y por sobre todo, es la demostración de que directores de cine hay muchos, pero Quentin Tarantino solo hay uno. Como lo dijimos hace ya tiempo luego de ver su film Death Proof: Tarantino is God!
(★★★★★★)
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Spaceman Spiff
NOTA: Agradecemos la invitación a la función de prensa por Distribuidora Blancica.
