May the Farce be with you
Cuando George Lucas inició la idea de filmar un serial sabatino al mejor estilo de Flash Gordon, no sintió que la motivación detrás de su inspiración obedecía a un target de merchandising de juguetes, licencias y todo lo que hoy significa el nombre de Star Wars. Fue más una motivación artística dado su origen como estudiante de cinematografía, aunque con el tiempo esa motivación tornó más hacia un objetivo comercial. Hace dos años Disney retomó la franquicia para saturarnos de films a razón de a uno por año luego de comprarle la propiedad intelectual a Lucas. Tengan por seguro que esas motivaciones artísticas detrás de la trilogía original no están presentes en los planes de Disney, razón por la cual estos films son tan mediocres desde el punto de vista cinematográfico. Son parte de su negocio para hacer taquilla y vender mercancía, lo demás sobra.
Star Wars Episode VIII: The Last Jedi es una evidencia de lo anterior, propulsado por el fan-favorite nostalgia y el factor comercial, alejado de toda señal artística que le de identidad, empatía y sentimiento. Insisto que esta nueva trilogía está reivindicando a las marginadas cintas de la segunda trilogía de Lucas, que al menos gozan del privilegio de haber contado con creatividad original a pesar del componente comercial inherente y del desastre crítico que trajo como consecuencia. Star Wars Episode VIII: The Last Jedi es tan mala como el bodrio que fue Star Wars Episode VII: The Farce Awakens –la anterior gracias en parte a la influencia del muy sobre valuado y muy mediocre J.J. Abrams– pero tampoco tiene méritos propios que ayude a salvar a esta trilogía 'Dead On Arrival' al construirse sin bases originales ni argumento válido… sólo nostalgia.
Rian Johnson es quien toma las riendas de este desastre, pero siempre bajo las directrices que Disney tiene como norte para cumplir con la agenda política y comercial, que venda entradas a sus parques y toda la licencia que viene detrás de la maquinaria mercantilista. Johnson debutó con el Sci-Fi 'Looper' que si bien fue muy interesante, no dejó huella en los anales de la cultura geek que devora estos dramas de paradojas cuánticas. Encargado de la segunda entrega de esta nueva trilogía, se nota que intenta aplicar la "fórmula MARVEL" al emplear humor, pero se le sale el tiro por la culata al no tener el resultado que favorece a las cintas de los súper héroes. Como el de relegar el rol de Domhnall Gleeson como el nuevo comic relief a cuestas de lo ridículo que resulta su personaje cliché. Se percibe desde el comienzo cuando el film no se toma en serio, burlándose de sí con referencias a elementos que fueron muy duramente criticados en Episode VII, como lo absurdo y ridículo del casco de "Darth Emo" o mejor conocido como Kylo Ren (Adam Driver).
Es difícil hacer algo cuando se tiene un guión tan plástico y superficial soportado por un argumento aún falto de motivos, lleno de personajes de relleno, desechables en su mayoría, dejando la carga en las figuras clásicas que se han ido venciendo una tras otra. ¿Verdad que les he dicho que soy fan de Star Wars desde que las primeras cintas debutaron en cartelera y jugaba con los juguetes de Kenner? Pues imaginen lo que es para mi ver todo este pastiche que arruina el canon clásico con la devaluación de la propiedad intelectual que no se le debió dar continuidad. Si el guionista original de Star Wars, Lawrence Kasdan, no pudo hacer otra cosa que plagiar el guión de Episode IV para hacer el refrito de Episode VII, ¿qué podemos esperar del novel Rian Johnson que además de dirigir Star Wars Episode VIII: The Last Jedi estuvo encargado de escribirla? Mejor estuvo el guión del videojuego que acabo de terminar.
El ritmo está por todas partes con ligeros repuntes emocionales que no sostienen un argumento. A propósito de argumentos, termina la función y tuve que preguntar de qué trataba, ¿cuál era el objetivo? ¿trama? lo que sea, porque los acontecimientos siguen inmediatamente a los hechos de Episode VII de forma directa y se ramifica en varias sub-líneas, inconexas, de dirección innecesaria, que hunde la progresión a un ritmo apaciguado durante el segundo acto. Básicamente una burda copia de la estructura de El Imperio Contraataca que, si recuerdan bien, tampoco tuvo trama ni estructura de actos tradicionales; pero fue la magistral dirección del desaparecido genio Irvin Kershner –junto al guión de Kasdan– que hizo de ese film un relato ameno y oscuro que se convirtió en la referencia de culto por cual se miden todas las entregas de esta franquicia.
Empire siguió dos líneas de tiempo inconexas, pero cuya narrativa y script mantuvo un ritmo estructural, poco convencional, donde el film comenzó con el clímax, bajó a una etapa de persecución por un lado y desarrollo filosófico por el otro, para finalmente conjugarse en un cliffhanger con sendo plot twist ("I am your father", anyone?), que nos dejó colgados por tres años hasta 'Return' en 1983. Star Wars Episode VIII: The Last Jedi no te deja nada pendiente para la próxima entrega, que se puede tardar una década y no preguntaría por ella tanto como lo he hecho por Half-Life 3, si acaso. No te deja siquiera nada para pensar sobre ésta, si es que recuerdas algo para los minutos posteriores al cierre de los créditos. Es que ni la música incidental de John Williams, ya que me pareció tan insípida, compuesta de sus propios leitmotifs cosidos uno tras otro sin alguna nota wagneriana original qué resaltar. De nuevo, el viejo cobró su cheque y se fue.
Ya nos descargamos en la reseña de Episode VII sobre la pésima dirección de los personajes que, aunque no es Abrams en esta oportunidad, el problema persiste demostrando que no es el director sino el guión al no desarrollar personajes memorables que generen empatía. Darth Maul es un personaje de culto que apenas tuvo dos líneas y 10 minutos de cámara en Episode I, muy poco para desarrollar un caracter en un film, pero su originalidad como Star Wars character fue suficiente para darle trascendencia (qué desperdicio haberlo matado tan temprano en aquella trilogía). En cambio, personajes de sobra y de relleno innecesario, como el PC Comic Relief de 'Finn' (John Boyega), merece perecer como expendable y cómo deseé que sucediera en el film anterior –como también en éste– sin que ocurriera de manera justificada. La mayoría de los personajes nuevos –por no decir todos– son tan Meh, que cuando perece alguno lo agradezco porque dejan de cargar la película con su presencia innecesaria. Afortunadamente perecen un par de esos expendables aquí.
¿Por qué insistir en vendernos al BB-8 como el androide heroico si ya tenemos a R2-D2 con linaje de sobra? Dejar a R2-D2 como cameo no me parece necesario, al menos su única escena hace el pico emocional, para mi, de toda la cinta por tan cálida reunión con su viejo amo. De resto todo Star Wars Episode VIII: The Last Jedi es como ver un capítulo de una serie de TV –extra largo– porque así es como escriben y dirigen las películas hoy día. La promesa líder en Rey (Daisy Ridley), se diluye en la decepción de un personaje que no arroja motivaciones para seguir su pugna, porque no tiene obstáculos siendo tan perfecta e inmaculada. Sigo diciendo que su personaje carece de misterio, espontaneidad, flaqueza y conflicto, elementos que hicieron de Luke el héroe por el que todos nos identificamos desde el comienzo por ser errante, débil, que con cada film se fue superando y aprendiendo, a la vez que descubriendo su pasado oscuro y afrontando su destino.
Puntos positivos qué resaltar, que ni siquiera son los efectos digitales que a decir verdad se ven inferiores a los modelos fotográficos de la trilogía original, está la participación de Oscar Isaac que deja al menos a una figura líder dentro del elenco para poner un motivo de interés hacia a dónde va todo esto. Lo mejor quizás fue Mark Hamill retomando su lugar privilegiado, esta vez con participación protagónica, donde su Luke Skywalker es más sabio y arrogante que rememora a sus maestros que lo perfilaron a convertirse en el maestro Jedi que nunca quiso ser. Pero decepcionó de alguna forma en Ep. VIII, faltó explotar el potencial de un "Yoda". Por cierto hay cameos de personajes clásicos que no pienso arruinar y que, innecesarios, sirven para el enlace nostálgico que tanto necesita un film carente de creatividad y originalidad. ¿No me creen? ¿Por qué copian estructuras del Imperio Contraataca incluyendo sus icónicas batallas? ¡cof! ¡cof! De resto es un caudal de personajes mono dimensionales que aparecen y desaparecen sin efecto alguno en la audiencia (Laura Dern, Benicio Del Toro, etc).
¿Qué más se puede decir de un film que se pudo contar en un episodio de TV de una hora en lugar de sus interminables 152 minutos? ¿Carrie Fisher como centro de atención? ¿Anthony Daniels con su sempiterno papel de C3P0? ¿las cervezas que me tomé? ah, esas no cuentan pero fueron lo mejor de esta insulsa experiencia. Star Wars Episode VIII: The Last Jedi no deja nada ni tuvo de donde sacar para continuidad de la anterior, que tampoco dejó argumentos ni personajes para sostener una trilogía como lo hizo la original y, controversialmente, hizo su marginado trío de precuelas. Vayan a verla a su riesgo, las cervezas ayudan a aminorar el tedio, pero no digan que la recomendé porque no lo estoy haciendo, pero al menos no tuvo a J.J. Abrams.
Ñame (★☆☆☆☆)
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Barton