Shire Folk
Luego de tantos obstáculos legales y logísticos detrás la adaptación de J.R.R. Tolkien’s The Hobbit –su inicio literario–, al fin se materializa para cine extendiendo la trilogía que nos cautivó hace nueve años* como un clásico moderno. Siendo su primer ensayo novelístico, el éxito de The Hobbit le sirvió a Tolkien para desarrollar un universo mitológico mucho más grande que aquel corto libro infantil de 1937.
Los derechos para adaptar The Hobbit a cine –al igual que The Lord of the Rings– tuvo sus sinsabores legales generando contratiempos que demoró su producción. Además de la inestabilidad detrás del rol del Director que en un principio tuvo a Guillermo Del Toro al frente, apenas para emocionarnos, hasta que abandona el proyecto obligando a Jackson a tomar las riendas por segunda vez.
En fin, The Hobbit: An Unexpected Journey nos muestra otra mirada a las aventuras en la Tierra Media, pero presentado en un período previo a los acontecimientos que dieron lugar al primer libro de la trilogía (“La Comunidad del Anillo”). Contando con personajes y actores conocidos, el mismo equipo de producción incluyendo a Peter Jackson al mando, un elenco familiar y el mismo combo de guionistas (Walsh/Boyens), uno presume con garantía que The Hobbit va a ser otro hito cinematográfico de proporciones épicas análogo a las cintas que la precede. Desafortunadamente no es así y me disculpan que sea franco, pero a pesar que The Hobbit es amigable, directa y se disfruta amenamente, no posee la magnificencia de la trilogía del anillo en ninguna de sus partes. Si quieren una reseña justa –como siempre– sigan leyendo, si quieren un relato fanboy “tolkieneano”** sin crítica objetiva, sobran lugares para ese tipo de “reseñas” fanáticas.
No estoy diciendo que The Hobbit sea mala, mediocre o insuficiente, al contrario, la disfruté muchísimo al punto que resucitó en mi el fan de The Lord of The Rings con igual dosis de nostalgia y júbilo. Sólo que agradecí haber ido con bajas expectativas al predecir, con toda razón, que esta nueva entrada al universo de La Tierra Media no podría igualar a lo logrado hace más de 9 años donde las condiciones estaban a su favor. Hoy, con más presupuesto y experiencia es natural que las expectativas crecieran a un punto de desmesura. No así para mi que me costaba entender cómo un corto libro infantil de apenas más de 200 páginas se podría estirar a una nueva trilogía si los tres libros anteriores –cada uno de 500 páginas más o menos– resultó un reto adaptar uno por película por más duración épica, omisión de personajes y escenas extendidas a posteriori. Es como cuando no te queda mantequilla para una arepa y tienes tres. Exacto. Obvio que el elemento comercial entra en juego para The Hobbit opuesto al objetivo artístico que predominó en el proyecto anterior, donde entonces nadie esperaba que funcionara, menos aún tuviera éxito.
Dicho lo anterior, The Hobbit carece de bases argumentales sólidas para extenderse a tres cintas y la estructura inestable de su narrativa fluctuante lo revela a todas luces. No hay una trama compleja con ramificaciones paralelas ni la profundidad dramática para sostenerse, siquiera como entrada, a lo que promete ser una trilogía. Si lo hubieran dejado a dos cintas como estaba programado, el espacio habría sido mejor para condensar la narrativa en dos actos épicos en lugar de tres extenuantes capítulos. The Hobbit también sufre de poca sustancia y profundidad en sus personajes principales que cohabitan con la figura homónima. La docena de enanos que acompaña al hechicero Gandalf y al errante Bilbo en sus años joviales no posee la misma diversidad de personalidades ni texturas étnicas que La Cofradía del Anillo, y eso que la tratan de emular. En especial la ausencia de la figura de líder y su respectivo antagonista de igual peso que en esta oportunidad se sienten forzadas, a la vez que insuficientes, en los roles del príncipe enano y su némesis orco. Thorin no puede calzar en los zapatos de Aragon como figura Alfa, y no me refiero literalmente a su calzado o las diferencias obvias entre sus estaturas y proporciones.
Quiero manifestar lo positivo, pero antes debo cerrar las críticas negativas para dejar mi punto de vista. En cuanto a la producción The Hobbit tampoco puede alcanzar la barra de medir que dejó la trilogía del anillo y sufre de “precuelitis”, común en nuestros tiempos de remakes y extensiones innecesarias. Tanto en el guión como en lo técnico, The Hobbit presenta rasgos inequívocos de caer en la tentación de conectarse demasiado con la trilogía del anillo, no me refiero a la temática que se relaciona con los venideros libros, ahí The Hobbit es fiel en su adaptación. Pero ciertos personajes y elementos se sienten incómodamente incluidos para dar familiaridad, como por ejemplo la participación, casi nula, de Lady Galadriel (Cate Blanchett). Hasta hay personajes inventados. A veces juega su favor, como las señales del despertar del mal que está por venir que todos conocemos bien, añadiendo densidad a lo que es una trama floja y simple.
Técnicamente The Hobbit fracasa en alcanzar el titánico logro visual de sus antecesores, producto del uso –excesivo– de pantalla verde en sitios cerrados y cortos. Que intenta en vano en igualar a The Lord of the Rings en el plano visual pero sintéticamente. Después de la grandiosa opulencia imaginaria de escenarios naturales de Nueva Zelanda que aprovechó The Lord of the Rings, donde se construyeron poblados enteros –reales– a escala real, empleando miniaturas gigantes donde era logísticamente imposible, decepciona ver que el uso de escenarios digitales predomina en The Hobbit –muy à-la-George Lucas– restando esa atmósfera realista que se respiraba en las citas originales. Hay tomas abiertas en escenarios naturales en Nva Zelanda en The Hobbit, pero son la excepción en lugar de la regla a causa del empleo regular de pantalla verde que en las otras películas fue escaso, así como los efectos digitales sólo se empleó para maquillar composiciones y representar lo imposible. Como igual ocurre con criaturas que antes eran perfectamente representadas por maquillaje ejemplar, me refiero a los orcos, esos miles de extras que antes maquillaban para batallas épicas hoy quedan reducido a copias digitales al rededor de actores que evidencian que actúan golpeando el aire en un estudio cubierto de pantallas verdes. Esa textura palpable no está en The Hobbit.
Compensando todo lo anterior, debo dar fe de la calidad de Director que es Jackson para sacar casi tres horas de tan poco contenido. No deja bases suficientes pero sí construye momentos excepcionales de acción y en la solemnidad en sus diálogos, que si bien son extensos e innecesarios, exponen las intenciones y sentimientos de los personajes. Personajes bien dirigidos y ampliamente desarrollados sobre lo que ya conocíamos de ellos. Caso particular de Gandalf y Bilbo, el primero muy familiar detrás de su representante Sir Ian McKellen y el segundo perfectamente ejecutado por Martin Freeman.
McKellen tiene más espacio de participación y liderazgo en múltiples capas como líder, hechicero, guerrero y druida que opaca la impresión que teníamos sobre él en las cintas anteriores. Freeman hace de un Bilbo ingenuo con mucha inquietud y curiosidad que despierta el coraje que no sabía que tenía a la vez que la ambición de aventura y riquezas que no creía poseer. Freeman sintetiza a un Hobbit con la misma elocuencia de Sir Ian Holm (a quien vemos representar su rol de nuevo a raíz introductoria de la narrativa regresiva) pero con la jovialidad impetuosa de un Frodo a quien también vemos brevemente para mi sorpresa en los pies de Elijah Wood. El dominio de escena de estos dos caracteres son la clave del éxito del film junto a la dirección de Jackson con su cuidado impresionante en los detalles. Si tan sólo el ritmo narrativo no se hubiera enfocado en extensas escenas de diálogos y prolongadas batallas, casi que en un patrón cíclico.
Es que una trama tan simple como ir a una montaña a recuperar el reino de los enanos tomado por un abominable Dragón (Smaug) es tan plano y superficial que cabe en una película con todo y aditivos. Al menos la pluma de Del Toro se siente en la confección de criaturas como componente importante a lo largo del film.
No obstante hay que dar crédito a otras figuras de peso que dan familiaridad a este capitulo. Muy en especial a Andy Serkis quien retoma el difícil rol de Gollum en un momento crucial que desarrolla, algo trivial, el momento clave que define el porvenir de la serie y que supimos someramente en la Trilogía original con un breve recuento. Me cuesta diferenciar los efectos digitales del personaje entre ésta y las pasadas representaciones, lo que me da a entender el cuidado en ambas oportunidades en darle realismo a este importante personaje virtual, con todo y que hay una década de distancia técnica en la confección digital de la grotesca criatura.
Otros que asoman su presencia con gran importancia son Hugo Weaving (Elrond) y Christopher Lee (Saruman) con interacciones directas que por primera vez revela su pasado amistoso. El reparto con respecto a las figuras de los enanos estuvo como contorno en mayor medida, carentes de personalidad y diversidad que no había pertenencia, ni siquiera para recordar sus nombres entre tanto pelambre aclinejado multicolor. Aún sabiendo que entre sus filas está el Padre de Gimli, Gloin, que poca o ninguna relevancia tuvo por encima de sus compañeros de cultura.
El soundtrack vuelve de la mano de Howard Shore con impecable ejecución en la composición que se siente transparente en conexión con el hilo emocional que imprimió en la trilogía del anillo; sus motifs y sacudones wagnerianos son un manjar para quien disfruta de los OST y devora cada melodía. Sobre todo si abundan las conocidas tonadas incidentales que se identifica con un personaje o grupo en particular. El tema de la comarca y el tema del anillo son dos de los recurrentes por razones obvias, pero vuelven, a manera de cameo sonoro, los temas de Mordor y Rivendell con nostálgica emanación.
Espero que las innecesarias continuaciones tengan mejor sustancia así como la predecible aparición de otros personales longevos dentro de la serie para darle más sabor (“Legolas anyone?” dijo mi hermana casi quemando la sala al no encontrarlo en este capítulo).
Film: Pasta (★★★☆☆)
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Barton
[*] Esperé más tiempo para ver esta película porque no asistí a una invitación que tuve para el pre-estreno en El Tolón la pasada semana a raíz que se presentó en 3D y como saben estoy harto de esa corriente deformante del arte del cine. Peor habría sido si la proyectaban en 48 cuadros por segundo (aquí no) que le daría un aspecto nefasto de video. Un día de estos... un día de estos...
[**] El "Tolkieneano" es el nuevo "Trekkie".