Nobody does it better
En el marco del 50 aniversario de la franquicia Bond, y luego de sortear los problemas e inconvenientes que rodearon la realización de la tercera entrega de la Era Craig, el súper espía seductor de Ian Fleming vuelve al servicio del MI6 con Skyfall. La serie de James Bond ha cobrado mayor entusiasmo en el presente con la revitalización integral del personaje, motivado en parte por las presiones de la competencia que ha dado legitimidad a nuevos anti-héroes más falibles y con menos glamour. Siendo además, y no de mi exclusiva opinión, que Daniel Craig ha asimilado para sí al personaje, tanto que se le considera el mejor Bond desde Sean Connery (para mi desde Roger Moore).
La actual encarnación del Bond supone un reboot –en lugar de remake– que lo despoja del velo invulnerable que se había vuelto incompatible con el público de hoy, a la vez que retiene los fundamentos originales de origen sin los cuales no se le podría dar el título de 007. Atrás quedaron los días del agente romántico de la guerra fría que salvaba el mundo sin arrugar el traje o despeinarse para la foto (para eso está Jason Statham). Sin embargo persisten los clichés del género que se repetirán ad infinitum para darle a Bond ese estilo “Brit” que lo caracteriza y le separa del montón con clase.
La tercera película a partir de Casino Royale, Skyfall baja el tono en líneas generales buscando una transición en el universo del 007. El film enfoca la mirada en los personajes más que el panorama sinóptico de los acontecimientos. Me refiero a que Skyfall no tiene ese elemento de acción por minuto, ni tampoco un guión complejo como las cintas anteriores. De cualquier modo hay acción suficiente para cumplir con la cuota mínima, sólo que no se esperen un carnaval de adrenalina –de gran escala– o quedarán decepcionados.
El guión es mi principal problema, no así el resto de los elementos que cumple a cabal para estar a la altura de la serie. Con un primer acto que pone el tono bien alto, Skyfall mantiene un ritmo acelerado hasta la mitad del film, a partir de donde comienza a aflojar rítmicamente, saltando sobre agujeros que va revelando los giros de la trama que se nota a un kilómetro de distancia. Casi predecible si me lo permiten. También toca el tema de la mortalidad y la incertidumbre con un énfasis fuerte en el factor humano.
Para Skyfall, Bond contempla un retiro del servicio secreto inglés en medio de una crísis de la agencia de espionaje que ve comprometida su permanencia después de ser blanco de un ataque cyber-terrorista. Bond luce desgastado físicamente, pero vigoroso en mente y espíritu a la hora de dejar a un lado sus planes personales a favor de honrar lealtades, sentimientos y principios éticos.
Hay puntos tensos dentro de la progresión de la trama, más en la primera mitad que predomina la intensidad. Que pierde fuerza hasta que el resto del film va en piloto automático desconectando a la audiencia por completo en un climax de esquema convencional. James Bond también hace un paréntesis en sus labores sexuales quedando reducidas a su mínima expresión, incluso para las chicas Bond quienes son menos que contorno obligado en esta oportunidad. Queda claro que los personajes centrales toman las riendas en Skyfall, no la acción, las seducción ni la techno-pornografía instrumental típica de la serie... ¿entonces, es una película de James Bond o no?
Sí lo es, pero les costará asimilar el enfoque que el Director Sam Mendes le da, muy acertado desde el punto de vista directoral –actores, acción, planos fotográficos, etc.–, no tanto así por el guión que se quiebra por la mitad. Los agujeros argumentales para el desenlace me deja algo incómodo si no fuera por lo conveniente que se desenvuelven los acontecimientos para el villano que casi raya en insulto a la inteligencia.
A propósito del villano, Bond tiene para Skyfall un adversario excelente que encierra misterio y respeto que cuesta entender sus motivaciones compulsivas. Un rival poderoso y mutante que rememora a Dr. No por sus manerismos afeminados y su personalidad sociópata. Aquí no hay quejas, todo lo contrario.
El villano no es lo único que alude un homenaje a la trayectoria de iconos representativos de la serie, puesto que el propio James Bond adopta una onda hipster en sus trajes de Tom Ford de corte retro, el automóvil personal y hasta el armamento oficial que honra la franquicia à-la vintage style (Ashton Martin DB5 ’64 & Walther PPK anyone?). Incluyendo en intro, que no había visto uno tan bueno –canción homónima de Adele incluida– desde el mejor de todos los intro Bond: “The Spy Who Loved Me” de 1977 (Carly Simon still owns).
Quizás lo mejor después de Craig y Mendes es el reparto. Excelente elenco de estelares que hacen la película para compensar la débil línea central del argumento. Daniel Craig (The Girl with the Dragon Tattoo, Cowboys & Aliens, Quantum of Solace) sabemos manda como el mejor Bond en décadas que va a costar recordar el relleno de intérpretes entre él y el inmortal Connery. Pero "La Dame" Judi Dench (Notes on a Scandal, Nine) sigue demostrando esa figura de temple y seriedad al frente del MI6, ahora en rivalidad con el siempre brillante Ralph Fiennes (The Hurt Locker, In Bruges, The Constant Gardener). Mención al que debuta en la serie como “Q”, Ben Wishaw (Perfume: A Story of a Murderer, I'm not there) y el consagrado Javier Bardem (Biutiful, No Country for Old Men) que irrita los sentidos como el villano lleno de matices que conforma su personalidad malévola.
No es mejor que la suma de sus partes, vale la pena verla y que forme parte del linaje de Bond, esperando el legado continúe y se perpetúe por otros 50 años.
Film: Pasta (★★★☆☆)
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Bart