"It's K-K-Ken c-c-coming to k-k-kill me"*
En el interés por el entretenimiento voyeurista existe toda una suerte de cobertura mediática sensacionalista para descubrir la vida privada de las familias reales. Esa idealización, o mejor dicho, fascinación por conocer los pormenores de la cotidianidad privada de las familias monárquicas constitucionales siempre me ha parecido una imperial estupidez. Sí lo punitivo fue intencional. A raíz de la globalización de la información mediante las tendencias tecnológicas, esta práctica ha ido en aumento donde es casi imposible no enterarse de los detalles más minuciosos de los integrantes de esas familias nobiliarias. En el pasado era todo lo opuesto, el hermetismo fuera de la vida pública de los llamados “sangre azul” era tan estrecho que pocas veces se daba luz de lo que acontecía detrás de las murallas de los palacios.
The King’s Speech relata las incidencias ocultas detrás del período de transición de la corona real del viejo Imperio Británico durante los inestables días que se gestaron políticamente entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Ese incidente que todos conocemos a manera superficial -sin tener un PhD en literatura “Hola!”- donde la sucesión real se definió en medio del escándalo dentro de la familia Windsor a vísperas del conflicto armado de escalada global. Un bochorno extraño para aquellos días en que se idealizaba a la élite nobiliaria por encima de su envestidura y que hoy resulta normal ya que nos damos cuenta que los “nobles” son personas iguales que el resto del palurdo común.
Al contrario de lo que se piense, The King’s Speech no se enfoca en la abdicación de la corona del Rey Eduardo VIII por el escándalo de su unión matrimonial con la norteamericana Wallis Simpson. En su lugar se concentra en otra vergüenza menor para la familia real que para entonces rodeaba la vida pública del hermano menor del fugaz Rey. El príncipe Albert, futuro Rey Jorge VI, sufría de un impedimento lingüístico psicológico que lo obligaba estar a la sombra de la familia real en casi todos los escenarios públicos posibles. Tanto así, que se consideraba improbable que fuera heredero de la corona siquiera durante la crisis constitucional que produjo el escándalo amoroso del heredero principal con su socialité americana y que le obligó a renunciar al trono.
Albert era el príncipe silente por su marcado tartamudeo incorregible que lo excluía de las actividades de la prerrogativa real. Llegando incluso a ser una vergüenza cuando su condición llegó a ser harto conocida por el vulgo populi. Un hombre fuerte cuyos principios serviciales comprobados por su participación en la primera gran guerra no contrastaba con su personalidad acomplejada producto de su impedimento para hablar en público. Su papel al frente de la familia real tomaría un vuelco dramático al relacionarse con un especialista en problemas lingüísticos que lo llevó a enfrentar la muerte de su padre y la crisis constitucional de la sucesión por el escándalo de su hermano mayor.
El Director Tom Hooper hace un trabajo excepcional desde todo punto de vista para pintarnos ese oscuro período con mucho glamour dramático y fotográfico. Llevando las directrices del duelo que llevan los actores Colin Firth (A Single Man, Shakespeare in Love) y Geoffrey Rush (Elizabeth, Pirates of the Caribbean: At World's End, Munich) con absoluta maestría y credibilidad artística. Una relación íntima de dos personajes de muy distinta estirpe social que los lleva a enfrentarse hasta construir una amistad que vencería el obstáculo social que los separaba. Que en un principio se reunían sólo por el objetivo de vencer la condición que afligía al príncipe y que constituyó el paso crucial para que éste adquiriera la confianza de asumir su imprevisto rol de monarca.
La relación de los personajes y la extrapolación de sus personalidades y estatus social disyuntivos es lo que enmarca las bárbaras actuaciones de los personajes principales. Que hace completamente suya la trama del film para convencernos que su recreación dramática hace espejo de lo que aconteció a puerta cerrada de la opinión pública. En especial Firth como Albert. Estilizado con una fotografía de ultranza que inmuta con cada escena gracias a los cambios bruscos de óptica que el Director Hooper emplea casi en grado de abuso. Me explico, como fotógrafo amateur que soy, me fue imposible dejar de admirar los planos de encuadre ancho que Hooper utiliza a cada momento para capturar la plenitud de los escenarios arquitectónicos reales de la monarquía británica y que sirvieron de lienzo para pintar un film hermoso. Incluso los acercamientos que tiene un uso magistral del lente apropiado para transmitir visualmente con impecable bokeh (profundidad de campo o la disolución desenfocada del trasfondo contra el objetivo principal).
De ritmo pausado y sin revelaciones mayores The King’s Speech se desenvuelve con algo de humor y sarcasmo para construcción de los escenarios iniciales; que luego lleva a un cambio algo documental en su narrativa para después del segundo acto, que desemboca en la primera alocución pública de Jorge VI como Rey de Inglaterra (último Rey de Irlanda y Emperador de la India). Excelente film que si bien no merece mayores elogios por la suma de sus partes, complace por el absolutismo que generan Rush y Firth en sus roles principales. Lo digo por la poca importancia que genera el reparto que no convence quizás por la superioridad de los actores principales. En especial sabiendo los roles importantes que representan algunos como los que encarnan a Churchill y La Reina Madre. Sobre todo en esta última, donde Helena Bonham Carter (Sweeney Todd, Fight Club) luce disociada como la Reina Madre aunque complementa a Firth satisfactoriamente sin llegar a ser una carga. Igual para Guy Pearce (The Hurt Locker, The Proposition) quien apenas impone su presencia al emular lo poco responsable que fue el breve Rey y futuro Duque de Windsor. El film es Firth contra Rush, punto y resulta tan magistral -junto a la artística dirección de Hooper- que llevan a cuestas el prestigio de la película.
En una tarde de back-to-back films por el Oscar en el Centro Trasnocho, en compañía de su elusivo Editor Spaceman Spiff y nuestro amigo José Pisano, podemos decir que The King’s Speech llegó tarde pero segura para darnos una idea de su futuro en los Premios de la Academia. En la que no me sorprendería si los dos actores principales se llevan las estatuillas, pero que sí me sorprendería si el film arrasa en las demás categorías. Absolutamente recomendable para la cartelera rural de la semana.
Film: McKay (★★★★☆)
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Lord Barton of Windsfart
[*] Kevin Kline as Otto in "A Fish called Wanda" (1988).