Los abrazos que no nos dimos
El proceso creador que involucra el arte está siempre lleno de lagunas, fases de oscuridad y vacío antes de que estas etapas sean superadas mediante el resultado final. Esto se cumple aún más si hay un motivo de fondo, cual puede ser un amor imposible o la pérdida de uno, que también puede llevar a cuotas de creatividad sin par o a una nueva vida, una nueva identidad, un nuevo comienzo. Esta es la base de fondo de la nueva producción de Pedro Almodóvar, Los Abrazos Rotos, estrenada recientemente en el marco del Festival de Cine Español '09.
En esta oportunidad Pedro enfoca el ideario femenino ante la mirada –o la ausencia de ésta– de su protagonista, Mateo Blanco. Un Director invidente a raíz de un accidente, que en un nuevo comienzo adopta la personalidad de Harry Caine dedicado a escribir guiones con la ayuda de su agente Judit y su hijo Diego; este último asistente personal de Mateo. Entre las cosas del día a día se sucede un episodio que afecta la salud de Diego estando su madre ausente de Madrid; como una vuelta de favores Harry se dedica a cuidar de él, circunstancia que aprovecha para contar el pasaje más importante de su vida. Mediante saltos temporales, Pedro traslada su historia a la década de los 90 cuando Mateo era un Director de cine con prestigio, quien termina conociendo el amor y sus riesgos en la figura de Lena, mujer aspirante a actriz y musa de su entonces nueva película quien ha sufrido en la vida, más todavía atada a un hombre que no quiere y a un hijastro que raya en lo psicópata. En ese entorno surge el amor entre ella y Mateo, antes que el destino intervenga para trastocarlo todo. Y aún dentro del drama que Almodóvar desarrolla, hay todavía espacio para la risa sana y liberadora, todo ello en medio del proceso artístico.
Ya a estas alturas se puede notar una madurez en el trabajo de Pedro, al punto de poder sopesar con gracia su período ochentoso donde la vanguardia y la risa sin esfuerzo eran la norma, con el canon que desarrolló en los noventa y principios de siglo en una suerte de reverencia a la telenovela. Los Abrazos Rotos se convierte en un ejercicio de mezclar estilos y formas; desde el film noir y el suspenso a lo Hitchcock, pasando por el dramón cuasi folletinesco, hasta reverenciar a su obra maestra haciendo cine dentro del cine. Fácilmente ubicamos en las mismas ligas a esta película con la extraordinaria Volver de 2006. Si desde hace tiempo sabíamos de la maestría de Almodóvar como Director, en esta producción reafirma este status.
Lo mencionado antes es responsabilidad del estupendo guión -firmado por el propio Pedro- en otra visión de la femineidad igual de válida como en sus filmes más dramáticos. Si bien en todo su cuerpo de trabajo –con la excepción de La Mala Educación– hay una reverencia a las mujeres, desde la Pepi de su debut en el campo del largometraje, hasta llegar a la Raimunda de su film previo, llegando a Lena en esta producción; como ya es costumbre, los hombres son espectadores ante el peso dramático que las mujeres llevan sobre sus hombros. Esto viene también de la mano de una fotografía saturada en color, bien sea en paisajes agrestes donde el gris de las piedras ocupa la pantalla, hasta llegar a los escenarios donde la paleta cromática raya en lo luminoso y brillante; un trabajo responsabilidad de Rodrigo Prieto, conocido por su labor como Director de Fotografía en los filmes de Alejandro González Iñárritu. Como ya es tradicional, la música corre por cuenta de Alberto Iglesias junto con incluir una copla cerca del final, para reforzar el sentido de españolidad si bien la trama es universal.
Quizás su papel en esta ocasión no llegue a las cuotas de excelencia que alcanzó en 2006 con Volver, pero se puede apreciar en Penélope Cruz una soltura única que sólo la proporciona cuando un personaje está escrito a su medida, toda vez que es la actual musa y chica Almodóvar por excelencia tal como en su oportunidad lo era Carmen Maura. Lluís Homar, asume con prestancia el protagónico masculino y llevando sobre sí el doble papel de Mateo Blanco y Harry Caine, aún cuando sea por tradición que las mujeres las llevan de ganar en los filmes de Pedro.
Blanca Portillo en su rol de Judit es el eje que termina por desenredar toda una serie de errores, equívocos y malos entendidos en una actuación sutil y sin excesos. José Luis Gómez viene a ser el otro en el triángulo que conforma junto con Mateo y Lena en su papel de Ernesto Martel, alguien a quien todo lo que logre, incluso las personas, representan trofeos. Rubén Ochandiano como Ray-X se convierte en un trasgresor psicópata que desencadena los acontecimientos. Tamar Novas será en su papel de Diego el elemento de redención y esperanza en el film. Y como nota lujosa hay, además de Penélope y Blanca, más chicas Almodóvar: la Chus Lampreave, la Kiti Maniver, la Lola Dueñas, la gran Rossy De Palma y ¡olé!
Los Abrazos Rotos se convierte al final en un gran acto de redención, tanto para los personajes y el arco dramático que deben de cruzar, como para los fans del trabajo de Pedro Almodóvar, quizás el más internacional de los directores de cine español de los últimos 20 años y uno de los más importantes a nivel mundial. Cerrando el círculo que abrimos al principio, el proceso creador que involucra el arte está siempre lleno de lagunas, fases de oscuridad y vacío antes de que estas etapas sean superadas mediante el resultado final. Este film de Almodóvar lo es y con creces.
Film: Willy McKay (★★★★★)
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Spaceman Spiff Castizo ¡Olé!