“The only ones gonna tell me when I’m through doing my thing, is you people here”
En todas las profesiones que significan exponerse ante un público, muchos de los que se paran en el escenario dicen que no existe sensación igual a la de recibir el aplauso y la admiración de la gente. En el mundo de la lucha libre profesional, aun cuando la exhibición siempre ha formado parte del espectáculo, el asunto llegó a niveles nunca vistos en la década de los 80 cuando los canales de cable dedicados al deporte empezaron a incluir en su programación toda clase de luchadores que "el deporte" parecía casi un circo de fenómenos. Interesantemente, la música de ese período coincidía con el artificio de las peleas; no por nada muchos luchadores salían al cuadrilátero a ritmo de glam metal; habiendo en ambos bandos similitudes en cuanto a los excesos de vida.
Pero así como se llega a un techo viene la caída, tanto para los músicos como para los luchadores si bien todavía hay algunos que siguen pateando el camino al paso de los años. Uno de estos gladiadores modernos, su vida en las lonas y fuera de ella, es reflejado en el film The Wrestler, lo nuevo del director Darren Aronofsky.
Este personaje de ficción –pero igual pueden encontrarse parecidos en cualquier profesión– es Robin “Randy” “The Ram” Robinson, un guerrero que ha sobrevivido a 20 años de pasado su momento bajo el Sol y que trata de recuperar la fama perdida, luchando cada fin de semana por unos cuantos dólares, haciendo frente al paso del tiempo, a los excesos de la vida en general (esteroides, drogas, alcohol, decisiones fallidas, malestares corporales) y a ser poco más que una figura quijotesca que renace cada vez que sube al cuadrilátero vestido de mallas brillantes y haciendo toda clase de malabares. Que cuando el público se ha ido y el brillo ha desvanecido, debe enfrentarse a la realidad de una vida nada fácil y a relaciones no correspondidas con una stripper por una parte, y con su hija que no lo reconoce como tal luego de años de abandono por la otra.
Este material que resultaría poco menos que melodramático bajo otra visión, es asumida con gallardía y naturalismo verité por parte de Darren Aronofsky, incluso pueden encontrarse similitudes entre este film y su consagración mundial Requiem For A Dream del año 2000, no por nada, tanto en una como en otra película los personajes son seres que no gozan de las mieles de la fama y la celebridad, y en su lugar luchan por conseguir algo del brillo que le está reservado a otros. Para ello, Aronofsky se vale de una cámara que se acerca con una influencia rayando en lo documental, por momentos en ausencia de música incidental ante lo demoledoras que son las emociones que transmiten los personajes, haciendo que el film no se convierta en un melodrama más, sino en algo más noble, más sincero, más honesto.
Para ello, el guión firmado por Robert Siegel sirve como una caja de colores para que los personajes pinten el lienzo que el Director dispone. Lo que mencionábamos acerca de la franqueza con que los personajes se desarrollan a partir del libro, viene a ser una muestra perfecta de que para muchos el sueño americano puede resultar el equivalente a uno angustioso, rayando en la pesadilla. La fotografía en tonos naturales y sin filtros algunos capta el ambiente suburbano y obrero de New Jersey en que el día a día es tal como subirse al ensogado para luchar y luchar. De igual forma, la edición termina siendo un vehículo conductor para las acciones sin necesidad de artificios o de saltos abruptos, basta con la emoción y la edición se encarga del resto. Todavía cuando les advertimos –para aquellos que no les guste el glam metal– que la banda sonora está llena de laca, spandex y colores fosforescentes, desde Cinderella hasta Quiet Riot, hay momentos salvables como los solos de guitarra en los pasajes incidentales que son obra de Slash, y el tema que es compuesto e interpretado por otro oriundo de New Jersey: Bruce Springsteen.
Desconocemos sí Sean Penn merecía el Oscar de este año como mejor actor por su papel de Harvey Milk, pero luego de ver The Wrestler estamos convencidos de que la Academia le ROBÓ –en mayúscula corrida– a Mickey Rourke. Su Robin “Randy” “The Ram” Robinson está destinado a formar parte de las mejores actuaciones de esta década. La verosimilitud, el paralelismo con su propia vida, la honesta sinceridad y brutalidad que le imprime al personaje hace que tanto el papel como el actor que lo interpreta genere simpatía y aprecio, en vez de burla; literalmente Mickey Rourke desnuda su vida y su alma en este film. También en esta película presenciamos un crecimiento bestial como actriz por parte de Marisa Tomei al convertir su personaje de Cassidy en alguien similar a “Randy” sin el componente de tragedia que lo envuelve, pero sí con un sentido del norte que quiere llevar su vida, aunque sea una bailarina privada más para admirar que para tocar. Y Evan Rachel Wood consigue que su rol de Stephanie sea un catálogo de sentimientos encontrados que cualquier hijo víctima de la ausencia y la falta de amor posee.
Siempre hay otra oportunidad, así sea la última, en el escenario, en el cuadrilátero y en la vida. Esto es lo que puede sacarse luego de observar The Wrestler, y en particular a Mickey Rourke renacer de las cenizas del escándalo, los abusos y la mala vida. Recomendación ruraltejana de calle, sin más que agregar, si no quieren llevar golpes.
Film: Willy McKay (★★★★★)
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Spaceman "The Ram" Spiff