My Guavaberry Nights
En los viejos tiempos del sistema de estudios hollywoodense era habitual encontrar directores de cine provenientes de otras latitudes, tales eran los casos de Billy Wilder o Fritz Lang, quienes escaparon de ser perseguidos por su condición de judíos en la Alemania nazi, hasta monstruos como Erich von Stroheim o Alfred Hitchcock que llegaban a California atraídos por la infraestructura de los estudios. Y si bien en la Meca del Cine lograron la consagración y la inmortalidad, muchas veces el precio a pagar era una cierta opresión por parte de los productores (el caso de David O. Selznick con Hitch), o que sus propuestas, en algunos casos vanguardistas, chocaran de frente contra la maquinaria de los estudios, cuando no era la censura pacata que imponía el Código Hayes.
Estas fueron algunas de las razones por las que en décadas posteriores muchos directores extranjeros se negaron de plano a aceptar ofertas de Estados Unidos, o si lo hacían se enfrentaban a las iras de los círculos de críticos. Mencionar Hollywood era el equivalente al infierno para titanes como Ingmar Bergman, Federico Fellini, y en fecha reciente, Pedro Almodóvar. Y si bien la fama –y eventualmente el terror y la caída– le llegó a Roman Polanski al mudarse a Los Ángeles, no fue lo mismo con Michelangelo Antonioni quien salió con las tablas en la cabeza al hacer Zabriskie Point. Desde ese entonces los círculos artísticos y de ensayo ven con terror cuando algún director consentido de las elites acepta trabajar para el mercado americano. Algo de ello ha habido con Wong Kar Wai en su reciente producción, My Blueberry Nights.
Básicamente el film es un road movie deconstruido; es decir, si bien hay pasajes en el mismo en que la carretera es protagonista, ésta abarca sólo un aproximado de 5 % del total de la producción, la cual se centra en el arco sentimental que envuelve a la protagonista, Elizabeth, a partir de una decepción amorosa; su amistad y eventual romance con Jimmy, propietario de una pastelería; así como los destinos y desatinos a donde ella llega y los personajes que encuentra, conformados por un policía negado a dejar el alcohol y el abandono que le aplicó su esposa; misma que por más que intenta con cualquier hombre no se siente en el fondo feliz, y una apostadora que vive con la esperanza de ganar el premio gordo para siempre perder tanto en el juego como en las relaciones. Todo ello en una búsqueda del ser para cerrar el círculo y volver al principio.
Lo que en filmes como Happy Together, In The Mood For Love y 2046 era novedoso, diferente y sugerente, títulos que le valieron el reconocimiento mundial, en My Blueberry Nights se mantiene, aunque con un dejo de repetición. En su intento por reforzar las emociones de los personajes (Wong Kar Wai dirige y también escribe el guión en conjunto con Lawrence Block) termina por excederse en el uso de la ralentización y la hiperfragmentación a la manera de los video clips de U2 del año 1987, a saber, With Or Without You. Y no es que esto sea malo, pero sí puede producir hastío por lo persistente del efecto. Más a favor de ello, la edición cumple con marcar el tempo de los diferentes actos, en especial mediante el uso de viñetas en fondo negro que indican el sitio y el paso del tiempo. Además la fotografía a cargo de Darius Khondji (célebre por su trabajo con David Fincher) da la sensación de ver una revista en papel glacé, salvo en los instantes de los efectos ya mencionados. Lo musical viene de la mano del veterano Ry Cooder, conocido por muchos en fecha reciente por la música del documental de Wim Wenders Buena Vista Social Club, con sus ya conocidos fraseos de guitarra a lo hawaiano, como parte de una columna sonora compuesta por Gustavo Santaolalla, Amos Lee, Otis Redding, Cassandra Wilson, Cat Power y Norah Jones. Con esta última es de destacar que la canción compuesta por ella para el film, de nombre The Story, es a nuestro criterio tan débil que no debió haber figurado en la escena clave de la película. Lo sentimos por los fans de Jones, pero el tema no nos llegó. Hubiese sido preferible usar la maravilla que compuso Cat Power, The Greatest, conocida por aquellos que hayan visto el trailer y que es con mucho, una mejor canción.
Las actuaciones son destacadas y competentes. Desde un Jude Law en equilibrio de las emociones de su personaje, pasando por un David Strathairn sobrado en su papel de policía lleno de inseguridades y miedos, una Rachel Weisz cargada de profundidad y de dramatismo y una Natalie Portman impresionante, compleja y excelente en su rol. Pero no podemos decir lo mismo del protagónico. Podemos asegurar que Wong Kar Wai colocó a Norah Jones en el papel principal sólo porque le gusta su música, más no por su talento como actriz. Además de no saber transmitir con la expresión, también sentimos que sus diálogos son más recitados que sentidos; esto para no mencionar el hecho de que desaparece cuando comparte escena con sus coestrellas, en especial con Rachel Weisz y con Natalie Portman, quienes dominan la cámara y la película al aparecer en pantalla; tal vez el protagónico en manos de ellas hubiese sido de antología, con lo cual Jones integra la larga lista de cantantes que se meten a actriz (recordar a Mariah Carey o a Britney Spears), con la excepción magistral de Björk en Dancer In The Dark de Lars von Trier, que de tan bien que lo hizo que no quiso seguir actuando.
My Blueberry Nights es un film bien hecho, bien presentado, pero que de haberse considerado lo que se mencionó antes, pudiese haber sido un trabajo memorable. En esta oportunidad, Wong Kar Wai hizo bien en ir a Hollywood, pero aquí sí hubiese valido la pena experimentar con algo nuevo en vez de aplicar lo ya usado. Un poco de control del estudio no le habría caído mal a final de cuentas. En suma, es un film aceptable, no indispensable.
Film: Pasta (★★★☆☆)
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Spaceman Spiff