El que la hace la paga
La Segunda Guerra Mundial es quizás, sin duda alguna, la peor y más devastadora de todas que la humanidad haya sufrido jamás. Muchas fueron las causas de su germinación que datan desde el fin de la Primera Gran Guerra (1914-1918) y el Tratado de Versalles (1919). Es debido a este tratado que Alemania sufre enormes consecuencias de índole política, económica, militar y territorial. Se le reduce dramáticamente su infraestructura militar, se le imponen sanciones financieras con multas imposibles, le retiran territorios y colonias importantes a favor de otras naciones. Todo con el propósito de evitar que se volviera una potencia amenazadora, en especial debido a sus intenciones de unirse a Austria. Esto tuvo un enorme impacto en la sociedad germana quienes vieron con repudio las condiciones impuestas a su país por la Liga de Naciones. País que fue alguna vez un gran imperio, ahora se encontraba en ruinas. Los deseos por revivir la grandeza de Alemania fue lo que embargó el sentimiento nacionalista de una nueva generación de políticos y luchadores sociales. Entre ellos un joven populista -de origen austríaco- que surgió rápidamente entre las masas, atrayéndolas y seduciéndolas con la promesa de una renovada y poderosa Alemania, Adolf Hitler.
Hitler se aprovecha del malestar popular por la enorme crisis que sufría la recién mutilada Alemania y les promete que, con el apoyo de todos los Alemanes dentro y fuera de su territorio, renacería un Tercer Riech, o un nuevo y purificado Imperio Alemán para guiar al mundo hacia una utopía de paz, progreso y desarrollo: El Grossdeutschland. Esto sería posible si Alemania lograba expandirse recuperando territorios en función del llamado espacio vital o Lebensraum. Con abrumadora popularidad, Hitler acumula adeptos con su ideal del Nacional Socialismo (el partido Nazi), venciendo a sus opositores para hacerse con la cancillería en 1933. Adquiriendo con ella grandes poderes atribuidos por su pueblo que utilizaría para establecerse como Dictador. El problema radicaba en la actitud permisible de parte de los ingleses por muchas de las acciones tomadas por Alemania ya que querían evitar otra guerra. Mientras, Alemania rompía progresivamente el tratado de Versalles, que involucraba el avance y crecimiento en su estructura bélica militar (ante la actitud pasiva de Francia e Inglaterra). El mundo restó atención a las acciones y políticas de Hitler al girar su atención hacia otros acontecimientos socio-políticos que ocurrían paralelamente en Europa, el fortalecimiento de Mussolini y la guerra civil de Franco en España (ambos Fascistas y aliados de Hitler).
Pero es el 1 de Septiembre de 1939 cuando Hitler, luego de tomar posesión de Austria y Checoslovaquia, invade Polonia dando comienzo a las reacciones del resto del mundo, poniendo en evidencia la violación al tratado de Versalles y con ello el amanecer de una nueva gran guerra global. Por años hemos visto films que recrean la segunda guerra mundial, sean históricamente correctos, ficticios o en forma de parodias, pero todos con el fin de que nunca olvidemos lo que ocurrió y más importante aún, que nunca vuelvan a repetirse. El común denominador en la mayoría de estos films ha sido el punto de vista de los aliados (no voy a decir de ‘los buenos’ porque en una guerra no se pueden hacer este tipo de demarcaciones, de cada lado siempre creen que están haciendo un bien por alguna causa, seamos históricamente objetivos por favor). Lo que siempre ha carecido la industria cinematográfica han sido recreaciones fílmicas desde la óptica de los derrotados y los causantes de tal horror. Siendo la excelente Das Boot una de ellas, pero puramente ficticia. Algunos no le ven sentido ya que no encuentran motivos para engrandecer su película si la basan del lado de los Nazis. ¿Y por qué no? Nunca nos cansamos de celebrar la victoria sobre la amenaza Nazi. Gracias a Der Untergang (Downfall ó La Caída), podemos apreciar la otra cara de la guerra, desde la mirada de sus protagonistas… especialmente en la víspera de su inevitable decadencia.
Como apasionado de la historia de la Segunda Guerra Mundial, así como cinéfilo coleccionista de films que tocan este delicado tema, disfruté enormemente la película alemana Der Untergang. Señores una joya increíble desde toda perspectiva. Lo interesante de todo es que abordan los últimos días del Führer en su bunker de Berlín, mientras veía derrumbarse, no sólo su poder ante los aliados y el ejército rojo soviético, sino también su imperio, su sueño, su promesa, su orgullo. Bastante delicado fue para cineastas alemanes abordar este tema desde su lado, considerando la vergüenza que resultó por años para los ellos -los alemanes- cargar con la culpa de los horrores del genocidio antisemitista perpetrado contra la comunidad judía. Y lo hacen brillantemente con clase, objetivismo, precisión histórica y elegancia, todo sin perder la dignidad y el honor. La dirección es bárbara, la dirección artística es impecable, la escenografía es palpable y convincente. La actuación es tan energética que no requiere de los subtítulos para transmitir emoción y comunicar los diálogos, muy a pesar que están totalmente en alemán. Hablando de interpretaciones, el Actor Bruno Ganz hace un Hitler tan locuaz y preciso que genera simpatía, lástima y repudio dependiendo de la escena. No había visto un parecido tan bueno de Hitler desde las impresiones chistosas de Moe Howard en los Tres Chiflados. La personificación va más allá del parecido, copiando al pelo los modismos, manerismos y gestos que dan escalofríos hasta cierto punto. Representando incluso sus achaques físicos y enfermedades que le tenían garantizada una muerte próxima aún si no se hubiese suicidado junto a su barragana y su séquito de asesinos. La fidelidad de los hechos responde, aparte de lo recaudado por los historiadores, a los testimonios de Traudl Junge, la secretaria privada del Dictador quien vivió muy cerca de él durante sus últimos días dentro del bunker, y quien juega un rol protagónico en la película a cargo de la actriz Alexandra Maria Lara, tanto como el papel de Bruno Ganz.
La transferencia a DVD, sin embargo, tiene sus altas y bajas. Con las altas quizás la más atmosférica y dinámica de todas las pistas de Dolby Digital Surround que jamás haya escuchado. Perfecta hasta en el más mínimo detalle. Espero tengan un buen subwoofer porque si escuchan a verdaderos niveles THX de cine, no creo que sobreviva al bombardeo de los rojos. La imagen, regular, aunque a momentos tiene un carácter granulado que le da una cálida sensación de film, otras veces decepciona por el terrible contraste, en especial durante las incontables escenas nocturnas que evidencian el poco cuidado al transferir film a video. De resto los colores son apropiados para un film de esta naturaleza: tenues, lavados y desaturados para transmitir la melancolía de los tiempos, en especial para los derrotados. Altamente recomendable de calle.
Film: Sir William McKay; Video: Pasta; Sonido: Willy McKay
What goes around, comes around...
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Barton